El Ordenador Personal
junio 16, 2018 on 8:06 pm | In colección, hist. informática | 7 CommentsAdolfo García Yagüe | En toda historia hay periodos continuistas y otros más disruptivos. En el caso de la Informática, en el periodo que ahora abordamos, hay numerosos indicadores que nos llevan a pensar que aquellos años marcaron un antes y después.
Primero asistimos al nacimiento de una Industria. Ya hemos visto como, desde el mundo del “Aficionado a la electrónica”, llegaban nuevos emprendedores cargados de ideas frescas. Fue aquella gente la que empezó a redefinir el hardware del equipo, el software, el almacenamiento o los módems. Atrás quedaban las grandes compañías que habían marcado, hasta el momento, la evolución técnica.
Cómo no, presenciamos la entrada del ordenador en nuestras casas. Ahí se produjo un fenómeno que se extendió casi toda una década, la de los ‘80. Me refiero a la duplicidad de mercados: Ordenadores Personales, para el trabajar; y Home Computers o equipos domésticos para jugar. Hace años que esta diferenciación carece de sentido pero hubo un tiempo donde el mercado estaba bastante separado y en la elección, además del presupuesto destinado a comprar una máquina, influía el software disponible y su aplicación.
En el párrafo anterior apuntaba a la existencia dos mercados y en el reflejo que esto tenía en el precio de cada máquina. En efecto, en el mercado dirigido a los hogares, como el objetivo era ajustar el precio para hacerse un hueco, normalmente se recurría -como pantalla- a un televisor convencional y al magnetófono como unidad de almacenamiento. Más allá del tipo de microprocesador o la cantidad de memoria RAM, es ahí donde inicialmente encontramos las diferencias más llamativas entre Ordenador Personal y Home Computer.
En aquellos años tampoco faltaron experimentos. Como los fabricantes no tenían muy clara su idea de un ordenador, se ensayaba con configuraciones y diseños que parecen sacados de una película de ciencia ficción. También, es curioso observar, como otros diseñadores se adelantaban a su tiempo y, en aquel momento, fracasaron o pasaron desapercibidos. En definitiva, son años que recordaremos como disruptivos.
Empecemos hablando de Apple. Vimos que con el Apple 1 se cerraba una etapa dominada por los aficionados a la electrónica. Esta máquina se conectaba a un monitor y, a través de una tarjeta de ampliación, se podía usar un magnetófono para almacenar programas. Por supuesto, ya se consideraba el uso del teclado para introducir estos. No obstante, la ROM (Read Only Memory) de este ordenador tenía un programa más próximo a un programa monitor que a un sistema operativo y, ni mucho menos, ofrecía un lenguaje de alto nivel como BASIC. En definitiva, el Apple 1 era un ensayo de lo vendría después. Aquel sería el turno del Apple II. Este es el primer producto comercializado por Steve Jobs y Steve Wozniak para que cualquiera lo use con facilidad. Era un ordenador totalmente acabado que también podía ser conectado a un monitor y a un casete. Además, al encenderlo, se ejecutaba un intérprete en BASIC para empezar a hacer algo útil con él. Para los más ambiciosos existía la posibilidad de conectar una unidad de discos flexibles de 5”¼ que representaba un gran salto hacía el mundo profesional. Otro rasgo externo era su apreciado y profesional teclado. Aquel era de tipo mecánico, cómodo al tacto y sin escatimar espacio. Un diez de equipo.
En el lado opuesto podemos encontrar maquinas como el PET 2001, de Commodore. A pesar de compartir generación, su diseño trapezoidal nos hace pensar en otra época. Todo él es un bloque de hierro donde se incluye un monitor y un casete, y ahí, al lado de este, encontramos unos botones a modo de teclado que nos recuerdan más a un terminal punto de venta que a una máquina de escribir. El interior tampoco tiene desperdicio, una pesada fuente de alimentación da vida a una placa base que abusa de chips propietarios de la extinta MOS Technology… Aun así, esta máquina y las siguientes versiones, fueron la apuesta profesional de Commodore con la que consiguió bastantes ventas en el mercado.
Otra máquina que tuvo mucha repercusión, en especial en EE.UU., fue el Tandy TRS-80. Este ordenador, en su versión original o Model I, incluía un monitor que le daba un aspecto profesional pero fallaba al albergar su CPU dentro del teclado. Por supuesto, el método de almacenamiento natural era el magnetófono externo. No obstante, en el Model I, vemos como se empieza a considerar, como opción de ampliación, el uso del recién inventado mini disk o diskette de 5” ¼.
Acercándonos al Japón de los años `70 nos topamos con una máquina cuyas formas recuerdan lejanamente al Commodore PET 2001. Se trata del Sharp MZ-80K. Este ordenador contiene monitor, CPU, teclado y casete en un único bloque de metal pero, además, dispone -como opción- de unas cabinas donde podemos conectar tarjetas de expansión y una unidad de diskettes. Hay que decir que el teclado de la primera versión es muy pobre y poco profesional. Aun así este equipo y sus evoluciones lograron exportarse a Europa y gozaron de cierto mercado como máquinas “serias”.
En todo este revuelo Atari no podía perder la oportunidad de estar ahí. No olvidemos que tenía una gran imagen de marca como desarrollador de máquinas de videojuegos y no se le podían escapar los mercados que nacían. A propósito, recordar que Steve Jobs trabajó en Atari y que allí conoció a Howard Cantin, quién diseño la placa base del Apple 1. Pues bien, en 1979, Atari lanzo dos ordenadores el Atari 400 y el Atari 800. El primero estaba pensado para el hogar y hablaremos de él en otro texto y el segundo, el 800, se dirigía a un pretendido mercado profesional. Este último era una máquina autocontenida, con un teclado mecánico bastante bueno y con capacidad de expansión de memoria y otros periféricos como una unidad de discos. En ambas máquinas, heredado del mundo de las consolas, se nota la querencia de Atari por el uso de cartuchos para ejecutar juegos y programas como el BASIC.
En 1980, hasta la llegada al año siguiente del IBM PC, la cosa sigue por una línea parecida, es decir, entrar en el nuevo mercado y arriesgar en configuraciones atrevidas. Una empresa que consiguió trabajar en este nicho fue Hewlett Packard. Ya sabéis que allí trabajó Wozniak hasta que desestimaron su “alocada” idea de fabricar y comercializar un ordenador personal para las masas… Quizás, con algo de arrepentimiento, al inicio de los ‘80, esta firma presentó un ordenador que iba más allá de sus calculadoras programables: el HP-85. Se trataba de un equipo autocontenido, con un buen teclado, un intérprete BASIC en ROM pero, atención, incluía una pequeña impresora térmica, un pequeño monitor y una cinta de almacenamiento derivada de la inventada años atrás por 3M. Era un equipo que, en muchos sentidos y en su segmento, resultaba rompedor. Aquella máquina llegó a muchos sitios gracias al empuje comercial de HP y de su prestigio dentro del sector ingenieril y científico.
Como era necesario poder transportar “cómodamente” el ordenador, el Osborne 1 es considerado un hito de la innovación al permitirnos viajar cargando con él. Esta característica hace que a este equipo se le considere el primer portable de la historia, que no portátil. Además, Osborne es un buen ejemplo de esas empresas que, teniendo una gran idea y buenas ventas, fracasaron por una equivocada planificación. Como digo, no les bastó con tener aquella idea de la portabilidad, un buen teclado, unidades de disco incluidas, monitor y apostar por el sistema operativo CP/M. Acabó con ellos las demoras en el lanzamiento del Osborne 2 y su empeño de seguir en el mercado profesional con un Z-80 -y un monitor de 5 pulgadas- frente a los 16 bits de Intel y pantallas un poco más grandes.
Hablando de portabilidad, no hay que olvidarse en este repaso del Epson HX-20. Los ’80, sin duda, son la década de la miniaturización nipona. Los japoneses hacían de ello un distintivo y, todo lo que podía ser fabricado, era miniaturizado. A los ordenadores también les llegó su turno y empresas como Sharp y Epson nos sorprendieron con artefactos del tamaño de una calculadora. Dejando a un lado estas máquinas, me quiero centrar en el HX-20 y comentar una constante que se repitió unos años más. Me refiero al difícil compromiso técnico que existía entre dotar de Portabilidad a una máquina y hacerlo Portátil. Quiero decir que el Osborne, los Keypro o el Compaq son portables. Son pesados y relativamente potentes, pero no son autónomos es decir, no funcionan con baterías. En aquel momento, recurrir a la tecnología de baterías (básicamente níquel-cadmio) obligaba a bajar el consumo eléctrico y utilizar otros componentes como el novedoso cristal líquido (LCD) para la pantalla, procesadores optimizados para consumir poco, e ingenios como los microcassettes para el almacenamiento. Así es como se posicionó el Epson HX-20: Funcionaba con baterías recargables de NiCa, integraba un display LCD muy básico, almacenaba y recuperaba los programas en una diminuta cinta de cassette y disponía de una pequeña impresora. Esta configuración le convierte en un equipo muy ligero que permite al profesional escribir un texto mientras viaja o al operario tener a mano un ordenador para hacer lecturas a pie de calle.
Acabamos este paseo hablando del que pretendía ser el gran relevo del Apple II y término siendo su primer fracaso: El Apple III. Con él Apple quería cerrar un ciclo y abrir otro y, sin pretenderlo, despertó a otros competidores, especialmente a IBM. A diferencia del Apple II cuyo diseñador más prominente fue un técnico, Steve Wozniak, el Apple III fue diseñado por gente próxima a la mentalidad del venerado Steve Jobs, especialmente por profesionales con un enfoque más comercial. Esto se tradujo en hacer un diseño “grandilocuente” que contemplase cosas tan visionarias como el uso de los discos duros 5” ¼ y 5MB, recién inventados por Seagate, y algo tan de Jobs como no poner ningún ventilador para no sufrir molestos zumbidos… Esto, en un armazón poco ventilado donde todo está integrado, terminará dando problemas y así fue… A las semanas de estar en circulación, los primeros usuarios cosechaban problemas técnicos que se intentaron resolver. A pesar de la reacción de Apple, este equipo empezó a cosechar mala fama técnica, precio desmedido y sus ventas se resintieron. También Apple se equivocó al seguir apostando por un microprocesador de 8 bits y no permitir la compatibilidad directa y plena con el software del Apple II. Esta solo era posible recurriendo a un software de emulación y estaba muy limitada.
Termino dándome cuenta que, de las anteriores máquinas, solo el Apple II, Apple III y los Atari son en color… Eran años en que, existiendo la tecnología, apenas se le daba importancia y el uso de “colorines” resultaba un poco “frívolo” 🙂
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