Cibercultura y contracultura

mayo 9, 2010 on 3:45 pm | In cibercultura, internet | 2 Comments

Adolfo García Yagüe | Considerado por muchos “el último movimiento contracultural del siglo XX”, la Cibercultura se ha integrado de tal forma en nuestra realidad que, a comienzos del siglo XXI, cuesta creer que en sus inicios -mucho antes de que se inventara la propia etiqueta- fuese una corriente que operó desde posiciones críticas al sistema.

Este movimiento contracultural fue una compleja amalgama ideológica, repleta de referentes y manifestaciones de lo más dispar. En la mayoría de los casos el denominador común era un noble deseo de cambiar el mundo a través de la utilización de novedosos recursos y tecnología de vanguardia. Por ejemplo, el espíritu Hacker de los años ’70 o la aparición del concepto Open Source, a finales de los noventa. En la vertiente artística sería fácil enumerar propuestas que van desde el arte electrónico del coreano Nam June Paik (1932-2006) en los sesenta -y décadas sucesivas-, hasta la síntesis de imágenes en 3D. De territorios más académicos destaca la asimilación de la (densa) Teoría de la Información (1948) de Claude E. Shannon (1916-2001) junto a las aportaciones sociológicas de Warren Weaver (1894-1978).

Otra manifestación singular, genuinamente alternativa y hippie, es la aldea Drop City en las afueras de Trinidad, en Colorado. Allí, partiendo de la invención de Richard Buckminster Fuller (1895-1983), se desarrollo una comunidad entre los años 1965 y 1975 donde sus pobladores habitaban Cúpulas Geodésicas construidas a partir de restos de automóviles recogidos en desguaces cercanos.

La Cibercultura también es deudora de importantes novelistas que desarrollaron su obra bajo diferentes periodos y estilos. Es obligado citar a escritores de la Nueva Ola como James G. Ballard (1930-2009) y Norman Spinrad (1940); William S. Burroughs (1914-1997) de la Generación Beat; la ciencia ficción producida por Philip K. Dick (1928-1982), o el desarrollo del género ciberpunk de la mano de William Gibson (1948) y Bruce Sterling (1954).

No faltaron consignas paradigmáticas como “El Medio es el Mensaje” de Marshall McLuhan (1911-1980). A través de ella se afirmaba que los medios no son invisibles. La televisión no es una ventana al mundo ya que no muestra simplemente imágenes a los espectadores. En realidad desempeña un papel al determinar lo que ven las masas y cómo lo comprenden. McLuhan también acuño el término Aldea Global y profetizó la aparición de nuevas técnicas de comunicación que permitirían el desarrollo de microsociedades (comunidades virtuales) de existencia casi siempre efímera pero intensa (1964).

Como sucedió con la Teoría de la Información, la asimilación de conocimientos no se detuvo en lo meramente sociológico. Geometría Fractal, Teoría del Caos, los números primos, PI (π), o el encanto por la proporción áurea (φ) fueron elementos que fascinaron al cibermilitante. Tampoco podemos olvidar el irresistible atractivo del número 23 y sus apariciones a lo largo de la historia… Otros recursos imprescindibles son Cibernética o el control y comunicación en animales y máquinas (1948), de Norbert Wiener (1894-1964);  la Teoría de los Autómatas Autorreproductivos, de John von Neumann (1903-1957), y Alan Turing (1912-1954) con su obra Máquinas de computación e inteligencia (1950).

En toda esta historia tampoco podían faltar personajes como Timothy Leary (1920-1996) o Terence McKenna (1946-2000) que hicieron apología del consumo indiscriminado de sustancias psicodélicas y de sus pretendidos beneficios espirituales. Lamentablemente, no fueron estos los únicos flirteos con el mundo de las drogas. Poco a poco se fueron sumando nuevas sustancias para, supuestamente, potenciar las capacidades cognitivas o alcanzar estados de conciencia superior… La versión “para niños y mayores” de todo este disparate llegaría en forma de bebidas inteligentes, y de ahí a las estanterías de los supermercados en formato lata de refresco.

Virus informáticos, vida artificial, implantes biónicos, realidad virtual, Internet, ordenadores personales o el cibersexo han sido -entre otros muchos temas- objeto de interés de la corriente ciber. A lo largo de su historia numerosas publicaciones y colectivos han profundizado en su estudio y difusión. Por citar algunos mencionaré a Whole Earth Catalog, la BBS The Well, Chaos Computer Club, Electronic Frontier Foundation, Mondo 2000 y Wired.

Probablemente, en la segunda mitad de los años noventa la herencia del movimiento cibercultural de décadas anteriores se colapsó sobre si mismo y empezó una nueva etapa protagonizada por el uso popular de Internet. El caso español no fue muy diferente del resto. En el siguiente vídeo podréis ver la situación a finales 1994. A nadie escapa que solo un par de años después, todo aquello quedó ampliamente superado (y olvidado). El documental se produjo coincidiendo con la celebración en Madrid de la muestra Art Futura ’94. Esta edición se dedicó a presentar el estado actual y perspectivas de manido movimiento cibercultural.

A modo de reflexión
Al comienzo del post recordaba el posicionamiento crítico que se mantuvo hacia al sistema ¿Cuáles han sido sus principales reivindicaciones? Ahí van algunas: Acceso democrático a la información y el conocimiento; preservar el anonimato de nuestras comunicaciones frente al estado y/o empresas; asegurar la privacidad sobre datos que puedan revelar nuestros hábitos de consumo y/o costumbres; no permitir la aplicación de patentes sobre algoritmos; fomentar el uso de software libre en la administración pública; acortar los plazos para que una obra pase al dominio público universal…

Como comprobarás, la mayor parte de la imaginería ciber se ha diluido o integrando totalmente en nuestras vidas pero sus reivindicaciones siguen vigentes, quizás ahora más que nunca pues hay numerosos estados que filtran el acceso a páginas web; existen sistemas que rastrean nuestras comunicaciones; se pretende criminalizar la utilización de aplicaciones que permita intercambiar información; grandes multinacionales han puesto en el mercado simpáticos dispositivos o navegadores que memorizan que nos gusta visitar o escuchar; muchas obras universales no son accesibles de ninguna forma; las compañías comercian con bases de datos donde reside nuestra información; entidades privadas, con la complicidad de algún gobierno, recaudan un canon cada vez que compramos un soporte para almacenar datos…

2 Comments »

RSS feed for comments on this post. TrackBack URI

  1. Es un muy buen artículo para posicionarse en la situación actual de la cibercultura y recordar un poco de dónde surge todo esto. Precisamente en la actual edición de ArtFutura en Madrid, en el área de Arte y Tecnología de la Fundación Telefónica se anuncia la exhibición de un documental sobre la privacidad en las redes sociales que tiene que venir muy bien para ver ese proceso.
    Desde luego esta fundación tiene de las mejores iniciativas que se realizan en el ámbito hispanoamericano apoyando las propuestas estéticas tecnológicas y arriesgadas con su Certamen Vida, que está apuntito de cerrarse… Habrá qué ver qué nuevos «seres artificiales» nos muestran en sus futuras exhibiciones y en su portal. 🙂

    Comment by Gabriel — 05/11/2010 #

  2. […] Sí, pero esto ya había pasado antes. Es muy curiosa la historia de cómo se construye la cibercultura en la California de los años 60: una mezcla de hippies, militares y hackers que acaban siendo el verdadero caldo de cultivo de […]

    Pingback by Las tomas falsas del progreso - periodismohumano — 12/04/2011 #

Deja tu opinión

XHTML: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>



© 1999-2025 A.G.YAGÜE - Se autoriza el uso según terminos Creative Commons BY-NC-SA
Powered by WordPress