Radio Galena

febrero 13, 2024 on 7:48 am | In colección, hist. fotografía, radio, tv y vídeo | Comentarios desactivados en Radio Galena

Adolfo García Yagüe | Hace 100 años, alrededor de la radio, miles de personas sucumbieron ante el primer delirio tecnológico de la historia. Recordemos que nuestro querido Siglo XX se inició con las experiencias de Marconi y, durante sus primeras décadas, la industria electrónica, las telecomunicaciones y la radiodifusión vivieron su particular adolescencia. Tras la invención de la radio todo parecía posible, desde enviar energía eléctrica a distancia -sin cables- a fabricar tu propio receptor para escuchar el parte de noticias y la previsión meteorológica de remotas latitudes o, intercambiar algún mensaje con simpáticos marcianos… Sin lugar a dudas, la humanidad había entrado en una nueva era.

Tras la Primera Guerra Mundial empiezan a aparecer publicaciones especializadas y noticias en prensa recogiendo los avances técnicos que se están produciendo en el campo de la difusión del sonido a través de las ondas. A este ambiente de novedad y expectación contribuyó su aparente sencillez, siendo posible, con un poco de pericia, construir un económico receptor de onda media que no precisaba corriente eléctrica para funcionar, basado en la detección a cristal que hacen algunos minerales como la galena, el carborundum o la pirita. Lo importante era entender los conceptos y dejarse guiar por algún galenista más aventajado. En este sentido, cabe destacar, la publicación por parte la Oficina de Estándares de EE.UU., de un par boletines con los detalles constructivos de una radio de este tipo. Aquellas guías, que coincidían con las primeras emisiones comerciales, fueron una forma de divulgar este nuevo medio entre aquellos oyentes que carecían de los recursos para adquirir -o fabricarse- un costoso receptor de tubos de vacío. Tampoco hay que olvidar que otro de los alicientes de esta nueva tecnología, a diferencia de otras previas como el telégrafo y el teléfono, tenía que ver con el hecho de que la radio no precisaba de una infraestructura de cables y centrales telefónicas para disfrutar de ella. Por eso, cualquier aficionado podía introducirse en esta tecnología con solo disponer de un receptor y dedicar horas a rastrear emisiones, alguna de ellas en otro idioma, de carácter oficial o, simplemente, procedente de otro aficionado.

Antena
En un receptor de galena se identifican cuatro etapas funcionales. La primera, denomina antena, puede ser un simple cable capaz de captar ondas electromagnéticas y convertir estas en señales eléctricas. La longitud de este cable será compatible con la longitud de onda de la banda que pretendemos recibir e, idealmente, debe estar ubicada en el exterior, en un espacio abierto y elevado, lejos de estructuras metálicas y otras fuentes de ruido eléctrico como redes de distribución de energía. Este cable, si se encuentra en el exterior, alejado de edificios y otras estructuras más elevadas, es conveniente que esté conectado a tierra a través de un protector de rayos.

Para recordar su origen es necesario remontarse a 1887 y conocer las experiencias que realizó Heinrich Rudolf Hertz (1857-1895) sobre la propagación electromagnética. Con ellas se ratificaba la teoría descrita por James Clerk Maxwell (1831-1879) en 1865 y, aunque en ese momento no se puede hablar de una comunicación propiamente dicha, aquellos trabajos fueron el inicio de numerosas líneas de investigaciones entre las que destacan las de Aleksandr Stepánovich Popov (1859-1906) en la Universidad de San Petersburgo en 1897. Popov avanzó en la posibilidad de comunicarse a distancia si ambos elementos, emisor y receptor, estaban conectados a un largo cable o antena.

Sintonía
Volvamos a nuestro circuito. A continuación, para excluir de la antena las señales eléctricas no deseadas, necesitamos un circuito de sintonía capaz de entrar en resonancia con la estación emisora elegida permitiendo el paso de la frecuencia seleccionada. Este circuito, en su forma más básica, constará de una bobina y un condensador que, idealmente, tienen que permitir alguna forma de variación de sus valores de inductancia y capacitancia, respectivamente, para tener cierto control en la elección de la frecuencia o emisora que pretendemos oír.

Precisamente, la diferencia más significativa entre los distintos receptores de galena se encuentra en esta etapa. En ella, partiendo de la premisa comentada antes, se han empleado diversas aproximaciones con el fin de logar un ajuste más preciso y selectivo con el que discriminar la recepción de una emisora que interfiere con la que realmente deseamos escuchar. Un ejemplo de ello son los sintonizadores donde, mediante un cursor deslizante sobre una bobina cilíndrica, seleccionamos el número de espiras que forman parte de ésta cambiando así su inductancia. En otros diseños, este cambio de inductancia se realiza a través de un conmutador rotativo o maneta de contactos con el que se  selecciona una determinada posición o toma -ya preestablecida- en las espiras de una bobina cilíndrica o de fondo de cesto. En cambio, en otros receptores, se modifica manualmente la inductancia mediante la variación del acople entre dos bobinas, o la capacidad de un condensador variable.

Para acabar, es importante recordar aquellos receptores donde la bobina de sintonía era sustituida por un trasformador con el que se separaba la etapa de antena de la de sintonía y, cuyo acople, era configurable manualmente. Este trasformador permitía la adaptación de impedancias entre ambas etapas con lo que se lograba mejor selectividad y, además, también permitía modificar el valor de inductancia de cada bobina mediante una maneta de contactos como la descrita anteriormente. En su forma más antigua, estos trasformadores eran construidos artesanalmente mediante dos bobinas cilíndricas móviles, una dentro de la otra. Más adelante se emplearon dos bobinas de nido de abeja intercambiables donde, modificando la distancia entre ambas, se variaba el acople.

En el plano histórico hay que recordar que la invención del sintonizador se atribuye a Oliver Joseph Lodge (1851-1940), físico británico y pionero en la telegrafía sin hilos. Lodge obtuvo en 1898 la patente de éste, iniciándose así el enfrentamiento con la Marconi Wireless que, un año antes, había sido fundada para comercializar servicios de telegrafía inalámbrica y, utilizaba, un sintonizador similar al concebido por Logde. Aquella disputa, que se extendió durante años, no fue resuelta hasta 1912 cuando la Marconi compró a Logde los derechos de su patente sintónica y lo nombró asesor científico.

Detector
Hasta ahora nos hemos movido en el dominio de la alta frecuencia, es decir, estamos tratando con ondas que tienen propiedades para viajar por el espacio, pero, aunque en ellas se ha modulado su amplitud con una señal de audio, no son audibles. Por lo tanto, necesitamos extraer de esta señal portadora la señal audio o de baja frecuencia, y aquí es donde entra en juego la galena.

Las singulares propiedades de este mineral y su aplicación como detector de perturbaciones eléctricas fueron descritas en 1901 por Jagadis Chunder Bose (1858-1937). Años mas tarde, en 1906, Greenleaf Whittier Pickard (1887-1956) profundizó en la investigación de las propiedades de ciertos minerales y la detección de radiofrecuencia al permitir a la corriente circular en un único sentido, es decir, se produce un fenómeno de rectificación donde solo el semiciclo positivo de una señal alterna de radiofrecuencia puede pasar. Esta propiedad de rectificación no es uniforme en toda la superficie del mineral y, para encontrar el punto óptimo, es preciso buscar el contacto con un fino alambre llamado bigote de gato. A veces, esta búsqueda puede ser laboriosa y es poco estable por lo que es normal perder la paciencia. Afortunadamente, podemos prescindir del mineral de galena y emplear un diodo de germanio para lograr una detección y/o rectificación más eficiente y estable.

Escucha
Tras atravesar el mineral -o el diodo- con la señal sintonizada, se identifican una serie de pulsos de amplitud variable que definen a la envolvente de la señal de audio. Con estos pulsos estamos en condiciones de activar el electroimán que se encuentra dentro de un auricular de alta impedancia, provocando así, la vibración de una membrana de metal que reproduce el sonido de igual forma que en los auriculares empleados en telefonía.

Al no existir ningún tipo de amplificación el nivel de audición es bajo, y dependerá de la potencia de la señal recibida y proximidad de la estación. Sólo a través de elementos amplificadores, ya basados en triodos termiónicos, será posible la escucha a través de un altavoz.

Con esta breve explicación y precisamente hoy, que es el Día Mundial de la Radio, he querido recordar aquellos humildes equipos que permitieron a varias generaciones introducirse de forma sencilla y didáctica en la radiodifusión, y fueron los primeros en estar “conectados” a un mundo donde se avecinaban grandes cambios. Por todo ello, emociona descubrir aparatos donde algunos aficionados, cargados de ilusión, reaprovecharon elementos a su alcance para la construcción de su propio radiorreceptor.

En estos tiempos en los que esta tecnología está prácticamente olvidada, es importante no infravalorar la ciencia que hay detrás del funcionamiento de una radio de este tipo y deleitarse pensando que sus principios siguen estando en la base de las actuales comunicaciones inalámbricas.

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