Como en casi todo, el problema
radica en elegir el punto de partida para esta argumentación. ¿Qué
considerar como Música Electrónica? Mis condicionantes personales
me obligan a ver el concepto desde una perspectiva amplia, por lo
que comenzaré por las primeras muestras de música mecánica de principios
de siglo.
Sostengo que la aparición de los
instrumentos electrónicos es anterior a la aparición del estilo
electrónico y de sus manifestaciones teóricas y artísticas, como
muestra el hecho de que los primeros ejemplos de estos instrumentos,
como el Telharmonium de Thaddeus Cahill (mastodóntico
aparato con generación mecánica de señales eléctricas), se empleaban
para interpretar música clásica ‘respetable’, o se intentaban integrar
en las orquestas como mero acompañamiento.
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Interprete a los mandos de
un generador de ondas Martenot |
La primera muestra de cambio llega
con Luigi Russolo y los futuristas italianos allá por los
años 20. Estos artistas preconizaban una música distinta, dominada
por el ruido, nuevo concepto sonoro proporcionado por la revolución
técnica del siglo pasado. Aunque sus ‘Intonarrumori’ no son instrumentos
electrónicos (generan los sonidos con una membrana vibrante sujeta
a cambios de voltaje), la importancia posterior de sus experimentos
es indiscutible.
Los instrumentos más representativos de esos años son el Teremin
de Lev Termen y las Ondas Martenot. Ambos emplean
la válvula de vacío y la heterodinación en la generación de sonido,
pero las Ondas Martenot tienen más éxito debido a su teclado estándar,
lo que demuestra que los músicos de aquel entonces eran reacios
a librarse de las limitaciones de los instrumentos de siempre. La
importancia actual del Teremin, de moda desde hace unos años, habla
del cambio de mentalidad experimentado desde entonces. Aunque la
evolución de la Música Electrónica es pareja a la de sus instrumentos,
estos tienen un apartado especial, y ahora me centraré en aspectos
un poco más ‘intangibles’.
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Estudio
de la RAI, Milan |
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El movimiento electrónico como tal surge en
la Europa post-conflicto, en el seno de los recién creados Departamentos
de Fonología, Música Concreta y demás de ciertas Universidades
o empresas de radiodifusión. La necesidad de crear una Nueva Música
totalmente original, que rompa con la tradición previa, tiene como
acicates las nuevas posibilidades de la tecnología y la influencia
de planteamientos filosóficos diversos. Los estudios de los futuristas,
la microtonalidad de las músicas orientales... diversas influencias
que se canalizan a través de la necesaria unión del talento y la
vocación experimentadora con la electrónica de semiconductores.
Sea cual sea la escuela (música concreta, electroacústica,
aleatoria...), se parte de un sonido tratado mecánicamente (generación
electrónica, grabación en cinta...) para llegar a los más dispares
resultados. La materia musical es, por primera vez en mucho tiempo,
totalmente nueva, y las estrategias creativas e investigadoras son
casi infinitas. Se puede decir que la música electrónica, en sus
inicios, se justifica a sí misma, y sólo mucho más tarde se instrumentaliza
para acometer otras empresas. Los reparos ante la validez artística
de algunas de estas primeras manifestaciones sólo son aceptables
desde un punto de vista tradicionalista y dogmático.
La iniciativa europea de los primeros años
pasa con el tiempo a los Estados Unidos, lo que en realidad supone
un mero cambio de marco geográfico y de intereses, ya que las empresas
y universidades estadounidenses emplean las investigaciones previas
para el desarrollo de productos algo más palpables, abandonando
la línea un tanto metafísica de la escuela europea.
Karlheinz Stockhausen en Colonia, Luciano
Berio y Bruno Maderna en la RAI de Milán, Pierre Schaeffer
en la RTF de París, junto a las aportaciones de Henry Pousseur,
Pierre Henry, Gyorgy Lygeti, Iannis Xennakis,
son la columna vertebral de una generación de músicos que aunan
la experimentación electrónica con otras expresiones de la vanguardia
musical, como la nueva ópera, el serialismo integral, la música
aleatoria, muchas de las cuales utilizan a su vez la electrónica
para la realización de los rigurosos proyectos vinculados a estas
corrientes. Sus experimentos sonoros en los años 50 llevaron en
las décadas siguientes a la introducción de la electrónica en la
música popular (de forma integral o parcial), y son el aporte más
verdaderamente novedoso a la música del siglo XX. Desde entonces,
la experimentación pura no cesa, pero la aparición del ordenador
impone nuevos retos que por ahora dejan en el limbo de lo posible
las aplicaciones prácticas de todo esto, al no poderse determinar
cuál de entre el sinnúmero de nuevas direcciones que se aparecen
merece la pena seguir.
Los avezados constructores de instrumentos emplearon todo este
acervo experimental para ofrecer productos integrados de gran versatilidad,
destinados a la producción masiva de música electrónica. Así, los
sintetizadores Moog, Buchla, EMS y demás ponían
a disposición de los músicos el arsenal tecnológico que años antes
ocupaba todo un laboratorio en un centro experimental. La vieja
aspiración de eliminar al intérprete para lograr una música totalmente
mecánica se desvanece, y se abre un horizonte de posibilidades radicalmente
distino.
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Pierre Henry en los laboratorios
de la RTF de París |
Los nuevos músicos electrónicos carecen de
prejuicios y emplean por igual elementos de la tradición clásica
y de nuevas formas contemporáneas de música popular para englobarlos
en planes de desarrollo musical de carácter conceptual, con la electrónica
más o menos integral como eje director. Walter Carlos,
Brian Eno, los kosmische kurriere alemanes con Tangerine
Dream al frente, la aportación fundamental e irrepetible de
Kraftwerk... dan una vuelta de tuerca más a la búsqueda iniciada
veinte años antes. Vangelis y Jean Michel Jarre, entre
otros, recogen el testigo para dar forma esta nueva música, con
investigación musical a otros niveles (conjunción con otros géneros,
innovaciones musicales sobre materiales previos...) que demuestran
su virtuosismo y capacidad creadora, pero dejan ya atrás la imagen
del ingeniero minucioso que da vueltas a una ruedecita para conseguir
el sonido más novedoso posible.
Con los años 80 llegan los sintetizadores digitales
y el sampler, que ponen al alcance de casi cualquiera las maravillas
de la síntesis electrónica, con lo que la música sintetizada deja
de ser patrimonio exclusivo de los pioneros del sonido analógico:
ahora, cualquier grupo podía tener un teclado con que adornar un
poco la típica instrumentación pop.
La electrónica ya está en la calle: en las
tres últimas décadas sus auges y caídas vienen dados por la suerte
del estilo que la emplea como instrumento.
La música cósmica alemana, con Tangerine
Dream y Klaus Schulze al frente, y el rock sinfónico,
cuyo máximos exponentes fueron Pink Floyd, King Crimson,
EL&P y Yes, emplearon la electrónica de forma
imaginativa y novedosa, usándola como eje conductor en el primer
caso y como base del sonido ‘sinfónico y progresivo’ en el segundo.
Con todos ellos, la electrónica aplicada a la música apareció por
primera vez ante los ojos de un público masivo (no en vano, el rock
sinfónico fue sin duda el estilo más popular durante los 70).
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Wendy
Carlos |
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Como reacción ante la complejidad y ampulosidad
de estos estilos, el punk de finales de los 70 propugnó el ‘hazlo
tú mismo’: este estilo surgió de forma fulminante, y así desapareció,
pero ese breve intervalo supuso el fin de lo progresivo como sonido
dominante.
Ya a finales de los 70 aparece en escena la
corriente de la New Age, muchos de cuyos estandartes musicales emplearon
la electrónica como forma de expresión. Si bien en general se rehuía
el sonido frío y mecánico de la electrónica integral, algunos artistas
hicieron aportaciones realmente ingeniosas. El estilo más claramente
diferenciado es el de la música espacial-planeadora norteamericana,
que llevó la abstracción y serenidad de algunas muestras de lo hecho
en los años precedentes (Tangerine Dream, Eno...) a cotas quizás
excesivas. Hoy día este estilo se ha devaluado bastante, y si acaso
suele aparecer mezclado con influencias de todo tipo (música étnica,
techno, contemporánea...). Hoy día se prefiere un estilo menos abstracto,
y la electrónica se emplea sobre todo como acompañamiento o sostén
del resto de instrumentos: casi cualquier proyecto de Nuevas Músicas
que no sea esencialmente folklórico cuenta con teclados electrónicos
en su instrumentación, como ocurre, por ejemplo, con Rodrigo
Leao (antes en Madredeus, ahora con su Vox Ensemble), Nightnoise,
Loreena McKennitt y muchos otros.
A partir del legado fundamental de Kraftwerk
surgieron dos estilos con distinta suerte durante los 80. El tecno-pop
y sus distintas variantes de OMD, Ultravox, Depeche
Mode, fue tremendamente popular en aquellos años, aunque la
extravagancia de algunos de sus exponentes le dio cierta impopularidad.
Como réplica a la anarquía punk, el tecno-pop empleaba con precisión
los instrumentos electrónicos para crear temas elegantes y de una
factura técnica exquisita. Por otro lado, el sonido industrial exploraba
el lado más abrupto de la electrónica: ritmos violentos y mucho
ruido. El grupo Throbbing Gristle fue pionero, siguiéndole Front
242 y las huestes de la electronic body music, y los grandes
del rock industrial (Nine Inch Nails y Ministry).
De aquí, y confluyendo con una miríada de estilos
más, surgirían el techno y la dance music actual. Sus adalides reivindican
tanto el espíritu del punk como el virtuosismo de sus antepasados
electrónicos de los setenta, junto a una sensibilidad totalmente
renovada. Así, el grupo Massive Attack aunó la emoción de
la canción bien interpretada, el encanto sin par del clasicismo,
los ritmos hipnotizantes del reggae y el dub y las posibilidades
inagotables de la electrónica para inventar el sonido más innovador
de los 90. En esta década de grandes nombres – Aphex Twin,
Orbital, The Orb, Chemical Brothers, Future
Sound of London- hay que destacar sin embargo a The Prodigy:
con su disco ‘The fat of the land’ mostraron que el techno podía
ser tan popular como el pop o el rock. La presencia masiva de estos
artistas en los festivales, no solo electrónicos como el Sónar,
sino de toda índole, habla del nuevo estatus alcanzado por estos
estilos.
Las cosas cambiarán (deben cambiar), pero a
la Música Electrónica, quizás heredera de un pasado esplendoroso
pero incomprendido, le queda mucho por decir.
Frente al gusto por lo efímero de los teóricos
de la música popular, la Música Electrónica presenta históricamente
rasgos comunes, que la convierten en un concepto de múltiples facetas
que, a diferencia del Rock, logra mantener una suficiente coherencia
interna no gracias a la repetición de los usos y las formas, sino
a la capacidad de innovar siendo a la vez consecuente con el pasado,
no sólo en sentido positivo. Frente al maremagnum de estilos e identidades
concedidas o apropiadas, la Música Electrónica detenta un denominador
común, que no es un espíritu histórico ni una teoría inicial a la
que rendir pleitesía, sino la propia electrónica, que como materia
(electrones en movimiento al fin y al cabo) determina las obras
que con ella se acometen.
Luego, los límites estilísticos que se quieran
poner corren a cuenta de cada individuo: ¿qué es electrónico: debe
serlo al 100%, o con un 80 basta, o con menos aún?¿Basta con una
actitud meramente instrumental o debe haber cierta coherencia estilística?
En las charlas que tengo sobre este tema me suelen hacer esta pregunta,
y yo lo dejo siempre a la elección del interlocutor (que si no es
un cretino no bajará del 50% y no incluirá a Camela en el saco),
que se queja de esta indeterminación y me exige que especifique.
En ese momento doy mi opinión, y se vuelve a quejar, bien de mi
excesiva permisividad, bien de mi rigidez exagerada. En ese punto
sólo me resta mover la cabeza.
Hitos:
Siglo XIX
El Telharmonium.
Década
de los '20
Las ondas Martenot.
Los futuristas.
'30
El Teremin.
Cage: Imaginary Landscape no. 1
'40
Messiaen: Sinfonía Turangalila.
El órgano Hammond.
La música concreta.
'50
Estudios de fonología: comienza la Música Electrónica
como género.
Stockhausen: Canto del adolescente.
Primeros sintetizadores: RCA, Siemens...
Barron: Forbidden Planet
'60
El sintetizador Moog.
Carlos: Switched-on Bach.
'70
Los correos cósmicos alemanes y el rock sinfónico.
Kraftwerk: Autobahn. Hágase el techno...
Tangerine Dream: Phaedra.
Jarre: Oxygene.
Eno: Music for airports. Nace el ambient.
El sintetizador Fairlight.
Gary Numan: Cars.
'80
Vangelis: Chariots of fire.
Ultravox: Vienna.
Afrika Bambaata: Planet Rock.
La TR-808 de Roland.
La música espacial norteamericana.
Depeche Mode: Music for the masses.
El acid house.
'90
El sello Warp. El techno se hace inteligente.
U2: Achtung baby. La electrónica entra
en el rock.
Massive Attack: Blue lines.
Nuevos estilos: jungle, drum'n'bass,
breakbeat...
Prodigy: The fat of the land.
Festivales internacionales.
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