El illegal rave como fenómeno político    

En este trabajo, analizaremos los illegal raves utilizando exclusivamente las armas de la crítica política. Estamos convencidos de que el primer aspecto a destacar en un illegal rave no es la música o la estética sino la ilegalidad. Es ésta la que permite a las fiestas ilegales distanciarse de los otros movimientos o tribus juveniles y colocar al sujeto en una posición diferente en relación con la dialéctica producción-consumo. Es ésta la que permite la experimentación de nuevas formas de producción musical, audiovisual, multimedia, de una nueva manera de vivir la diversión, de nuevos estilos, semióticas, valores y simbologías. Todos aquellos estudios sociológicos, semiológicos o antropológicos que tienden a meter en el mismo saco raves legales, ilegales y discotecas bajo el nombre de 'techno' subvaloran la ruptura que ha significado la aparición de los illegal raves en la cultura juvenil.

El antropólogo Georges Lapassade y sus seguidores consideran el movimiento techno (sin distinciones) como una manifestación posmoderna de la trance extática de los chamanes. Todo se reduciría a unos individuos que, moviendo el cuerpo al ritmo obsesivo de la música y consumiendo algunas drogas de síntesis, alcanzan estados alterados de conciencia. Cierto, pero ¿estamos seguros de que se obtienen las mismas alteraciones indiferentemente en una disco de Pedralbes, en una de Ibiza, en un rave legal, en un ilegal, en una tribu amazónica o con los Sioux de Bailando con lobos? ¿Estamos seguros de que el contexto no influya sobre las condiciones y las modalidades de la alteración de conciencia?

Otros conciben el conflicto metropolitano solo como conflicto semiótico o comunicativo. Así que las claves universales para analizar la posmodernidad serán los conceptos de hibridación y sincretismo. La cultura techno (otra vez sin distinciones) no sería nada más que el resultado del sincretismo de sonidos electrónicos y los ravers a su vez una hibridación entre modas pop, cyberpunk, psicodélica, un poquito de reggae, un puñado de cultura india, añadir hip-hop, hippie, algo de mayo francés, mezclarlo todo y…. El error es considerar las culturas juveniles solo en su aspecto superficialmente estético y otra vez poner todo al mismo nivel sin matices. Que vivimos en un sistema cultural sincrético es evidente; se trataría de analizar además dónde, cómo y quién produce sincretismos. También los centros comerciales, Disneyland, la publicidad, la moda y la televisión son importantes lugares de la hibridación semiótica posmoderna. Pero no parecen lugares que promuevan formas de conflicto o antagonismo político. ¿No habrá llegado el momento de distinguir entre sincretismo y sincretismo? Ver en el sincretismo en sí una potencialidad política es tan ingenuo como pensar que el WTO se preocupe seriamente del hambre en el mundo. Las categorías de mestizaje cultural o de hibridación semiótica si no se contextualizan son inutilizables políticamente y acaban enunciando enormes banalidades: valen tanto para las culturas juveniles como para las multinacionales, tanto para la new age como para la new economy, tanto para las discos como para los illegal raves.

Buena parte de la sociología urbana en cambio sigue utilizando la obsoleta noción de tribu donde cabe todo: hinchas, skinheads, ravers, ravers ilegales, dark, metal, bikers, etc. Y ve el nacimiento de nuevas tribus bajo las categorías de distinción e identidad. Así que los ilegales son simplemente considerados como un rechazo del consumismo, un movimiento neohippie que busca nuevas formas de socialización e identidad. O por otro lado la sociología se obstina en componer análisis de clase: como que los ilegales tienen lugar en las periferias, los participantes son todos parados de periferia. El resultado es siempre el mismo: la incapacidad de valorar las potencialidades políticas o conflictivas de las experiencias culturales juveniles colocándolas o en la pura estética del signo o en la historia sociológica de las subculturas. Desde los bailes chamánicos hasta la techno, desde el Pop-Punk hasta la techno, desde el montaje híbrido surrealista hasta el mix de la techno.

En este trabajo nos negaremos a considerar el fenómeno de los illegal raves como una ulterior etapa en la historia de las culturas metropolitanas o de la trance mística o de la hibridación cultural o de la rebeldía juvenil. En cambio exaltaremos su especificidad, su discontinuidad histórica, su capacidad de romper, en el presente del tiempo y del espacio, con la dialéctica producción-consumo, su diferencia radical con las otras culturas de masa. Un ilegal rave antes de ser un sincretismo, una tribu, una producción simbólica o musical es una práctica colectiva ilegal. Ignorar esto sería subvalorar su aspecto más significativo.

 

La construcción del tiempo y del espacio
Años y años de crítica marxista nos han mostrado que la producción y el trabajo tienen un tiempo específico. Nos han enseñado a calcularlo y medirlo minuciosamente, a relacionarlo con el salario, con la explotación y con la alienación. Ahora que el consumo ha sustituido la producción como paradigma de lectura de la realidad, a menudo se olvida que también éste tiene sus tiempos... y son muy rigurosos. Las tiendas y los centros comerciales tienen horario. Igual que los conciertos, los bares, las discos y los parques de atracciones. El tiempo del consumo está en gran medida relacionado con el tiempo de trabajo. Es raro que una disco esté abierta, por ejemplo, un miércoles a las dos de la tarde. Como es absurdo que haya un after hour un martes por la mañana a no ser que uno esté en Agosto en Ibiza. Pero la influencia del Mercado sobre los tiempos de la diversión no se limita a esto. Una buena disco abre a la una y normalmente se llena a las tres. ¿Por qué? ¿Y si quisiera ir antes? ¿Estoy obligado a emborracharme hasta las tres en un bar esperando que se llene la disco? El Mercado tiene que dividir la noche en compartimentos para sacar el máximo provecho. Por tanto, antes la pizzería, después el bar, después la disco y al final el after hour que, muchas veces, está organizado por la misma discoteca que, ¡sorpresa!, era también propietaria del bar donde tomamos las primeras copas. El resultado es que al final no somos nosotros quienes hemos decidido como pasar la noche sino el Mercado de la diversión. El rito de la toma de la pastilla de éxtasis es emblemático del dominio que el tiempo del consumo tiene sobre el sujeto. ¿Cuándo tomar la primera pastilla? En la disco no porque tardaría demasiado en hacer efecto y además podría verme la policía que está apostada fuera o los guardias de seguridad que controlan dentro. Entonces hay que tomarla antes. Y aquí empiezan las operaciones de aritmética: calculando que la disco abre a las tres y que la pastilla tarda media hora-cuarenta minutos en hacer efecto, hay que tomarla a las dos y veinte. ¿Y si hay cola? ¿Y si el Dj, esperando que la disco se llene, pone la aburridísima música garage? La pesadilla de todos los ravers: la pastilla que sube y la música que no empieza.

Los ilegales no tienen horario de abertura, ni horario de cierre. No se sabe cuando empiezan, ni cuando acaban. No necesitan llenarse para que haya buena música. El Dj no está contratado para que toque 1 hora y después se vaya dejando la consolle al Dj resident (que normalmente no vale nada). Es el raver que decide cuánto durará su noche de fiesta, cuándo llegar y cuándo irse. Cuándo salir a tomar un poco de aire y cuándo volver a entrar. ¿Cuándo tomar la primera pastilla y cuándo la última?. Los tiempos rígidos del consumo en el rave desaparecen, se convierten en algo neutral. Cada uno debe poder establecer su tiempo según sus exigencias y sus deseos. También el trabajador que está obligado a irse a las siete de la mañana del lunes, podrá, si quiere, volver a las dos de la tarde y encontrará el sound system en funcionamiento. En un determinado momento el ilegal, como ha empezado, se acaba; no hay un horario habitual; como todas las cosas bellas, simplemente termina.

Ahora: esta neutralización del tiempo impuesto por el consumo es posible solo en una dimensión de ilegalidad: rechazando los horarios de cierre de los locales de baile establecidos por la ley, rechazando las reglas del Mercado que imponen una ganancia en todo tipo de actividad, rechazando las costumbres y las modas que obligan a los jóvenes a ir a la disco a las tres porque si no, uno es tonto, rechazando en una palabra toda la división del tiempo que impone el consumo. En fin, en el ilegal el tiempo es una construcción individual y no una imposición externa.

Los illegal raves normalmente tienen lugar en fábricas abandonadas. ¿Por qué? Hay dos tipos de razones: prácticas y simbólicas. Una fábrica es muy grande. Un rave tiene que estar preparado para todo: pueden llegar cien personas como dos mil. Ninguna ley establece un número máximo de entradas en un ilegal. El objetivo del ilegal es que cada sujeto pueda construirse su propio espacio de la fiesta, su manera de relacionarse con la música y con los demás: cerca de los altavoces o lejos, delante de la luz o en un rincón oscuro, sentado o de pie. Disfrutar de la música, alterar la propia conciencia, fusionarse con los sonidos son todos objetivos que el raver debe poder conseguir de la manera que prefiera. No existen recetas universales para los estados alterados de conciencia. Cada uno los consigue como quiere: con drogas o sin, dejándose hipnotizar por las luces o cerrando los ojos en la oscuridad, bailando al ritmo frenético de los bpm o dejándose envolver por las atmósferas oníricas de los sonidos electrónicos. Esta libertad de percepción del evento musical es posible solo en un espacio enorme, neutro, vacío (sin barras, divanes, sillas, pasillos, peldaños, pistas, privés, etc.) y no previamente organizado. Son los ravers que organizan los espacios de las percepciones en un ilegal. Pasear por la fábrica buscando tu propio espacio es una de las experiencias fundamentales en un rave. Después cada uno puede decidir cambiar de lugar y de percepción: desde los márgenes más lejanos y oscuros de la fábrica, donde música y luces apenas llegan, podemos movernos hacia el centro y, si nos apetece, avanzar hasta pegarnos a los altavoces donde el ruido es ensordecedor y las luces cegadoras. Esta absoluta libertad de relacionarse con la música y con el ambiente es imposible en una discoteca. Allí cada segundo corres el riesgo de recibir un empujón o un codazo; siempre encuentras el clásico chulo que quiere ligar contigo (si eres mujer) y no puedes esconderte porque el espacio es claustrofóbico, te sientes obligado a ligar con una chica (si eres hombre) si no los demás te toman el pelo; la intensidad de las luces es siempre la misma así como el volumen de la música; te sientes continuamente observado por los guardias de seguridad y por las personas que están en la disco; te sientes continuamente juzgado por cómo bailas o por cómo estás vestido. La fábrica te da espacio y anonimato: dos condiciones fundamentales para sentirse libres.

La fábrica es un lugar neutro que se puede construir. El gris de los muros se puede colorear con grafittis, decorar con telas o con proyecciones psicodélicas. Cada uno, si quiere, puede aportar su propia decoración, un trozo de sí mismo, de su creatividad. La disco en cambio es un espacio ya construido que, cuando entramos, tenemos que aceptar en su totalidad. Nosotros no añadimos nada. El ilegal, es un lugar en continua construcción que, en cada instante, puede modificarse: llega un nuevo decorado, nuevos videos, se pintan nuevas cosas, alguien decide hacer una performance. El rave es un espacio eternamente inacabado, el reino de lo imprevisible. En contra de la homologación de las discos, cada rave es un evento único e irrepetible. No existirá nunca un rave igual a otro. Condición necesaria para la creación de tal espacio libre es obviamente la de mantenerse fuera de la ley. La ley homologa, no admite sorpresas: las discos deben tener un servicio de orden (que normalmente causa solo desorden), un número limitado de entradas, la prohibición de drogas. El Mercado obliga a las discos a tener un programa que justifique el precio de la entrada. Todo se tiene que saber antes: lugar, Dj, horario de cierre, precios, listas, etc.

La fábrica tiene también una importancia simbólica: es el máximo lugar de la alienación producida por el trabajo. Donde antes un espacio claustrofóbico y un tiempo mecánico se cerraban sobre el individuo, ahora se ponen dócilmente al servicio de los ravers. El espacio de la fábrica símbolo del dominio del capital se convierte en una pizarra donde los sujetos dibujan sus deseos de una noche. El tiempo mecánico de la cadena de montaje acelarado hasta el paroxismo marca ahora los movimientos individuales del raver.

 

El conflicto, la libertad y la comunidad
El rave no nace como rebelión consciente contra el Estado. La ilegalidad no es un programa político sino simplemente una necesidad. Un grupo de personas decide que quiere divertirse siguiendo sus propios deseos y no las formas de diversión impuestas por el Mercado. La única posibilidad para obtener esta libertad es entrar en el territorio de la ilegalidad. El rave es una TAZ (Temporary Autonomous Zone):

La TAZ è come una sommossa che non si scontri direttamente con lo Stato, un'operazione di guerriglia che libera un'area (di tempo, di terra, di immaginazione) e poi si dissolve per riformarsi in un altro dove, in un altro tempo, prima che lo Stato la possa schiacciare (Bey, 1993, p. 14)

La TAZ es como un tornado que se forma en un determinado lugar, descarga violentamente toda su potencia y se disuelve, para después volver a formarse a muchos kilómetros de distancia. El rave en principio no busca el conflicto pero, por su forma de actuar, está obligado a encontrarlo. El rave no tiene un programa político o reivindicaciones, es alérgico a la ágora, al discurso público, a las manifestaciones, al futuro, a la sociedad ideal o perfecta; es completamente indiferente al Estado y al Mercado. Se introduce en aquellos lugares, como las periferias degradadas y las fábricas en ruina, que Estado y Mercado han abandonado. Pero igualmente esto es intolerable. La ley no admite excepciones: no puede existir ningún lugar donde repetidamente se viola la propiedad privada, las leyes sobre las drogas, las leyes sobre los locales de baile. Por otro lado las discotecas no pueden aceptar que cada fin de semana unos 10 mil consumidores no acudan a sus locales, no paguen los derechos de autor, no escuchen su música, no compren los CD que producen y sobretodo que los ravers aumenten. El rave es indiferente al Estado-Mercado pero éste, desafortunadamente, no corresponde.

Il conflitto si esprime automaticamente nel momento in cui, essendo il rave una forma pratica di liberazione e di rottura del qualunquismo culturale, va a infrangere fisicamente il principio di territorialità della legge (Natella-Tinari, 1996, p.46).

Y así empiezan los conflictos: peleas con la policía, secuestros de sound systems, arrestos de masa hasta que Estado y Mercado deciden actuar conjuntamente bajo el amparo de la ley: nace el Criminal Justice Act en el Reino Unido y leyes parecidas están discutiendose en Francia y en Italia para suprimir el movimiento techno-ilegal.

A pesar de todos los maravillosos discursos sobre las hibridaciones y los sincretismos posmodernos, Estado y Mercado pueden funcionar solo si homologan. El primero convierte modernamente a todos en ciudadanos, el segundo posmodernamente en compradores. Ciudadano y comprador, trabajador y consumidor, construido por la ley, por las ideologías o por el consumo: a todo esto, durante una noche en una fábrica abandonada, se opone el raver. Su acción política es completamente diferente al discurso político de partidos e instituciones. El rave es acción sin discurso.

C'è chi lega automaticamente il termine <politica> a quello di <ideologia>, snaturando il significato originario di cambiamento pratico della realtà circostante. Il rave è esattamente la destabilizzazione di questo riflesso condizionato, l'indicatore palese del passaggio dalla forma politica ideologica a quella pratica, comunicativa, di azione diretta (Natella-Tinari, 1996, p.42).

La práctica política del rave, a diferencia del discurso político de las instituciones o de los otros movimientos antagonistas, rechaza la permanencia en un tiempo y en un espacio. No necesita reconocerse en un lugar fijo, una plaza, una sede de partido o un sitio de okupas para ser políticamente eficaz. Adopta

…una strategia nomade, un attaccare in movimento, un essere sempre presenti e sempre invisibili, impalpabili (Natella-Tinari, 1996, p. 43).

Por eso el rave es mucho más defendible que un lugar ocupado permanentemente. Se escapa continuamente del control político del territorio por parte del Estado-Mercado. Mientras ellos lo buscan para atraparlo el rave ya está en otro lado.

La libertad en un ilegal no es una abstracción, un concepto metafísico o derecho enunciado por la constitución. La libertad es, como diría Foucault, una práctica material que se ejerce en un determinado lugar y tiempo y según formas particulares y no universales. La libertad para ser efectiva debe contestar siempre a las preguntas: dónde, cuándo y de qué. En el caso específico es la voluntad de ser libre este sábado noche, en esta fábrica bailando techno-hardcore. Por lo tanto es evidente que el raver no cree en una libertad como condición que se alcanza una vez para siempre sino que es un problema que se plantea cada vez que él expresa su voluntad de ser libre. El ilegal sustituye el conflicto político absoluto y definitivo por una práctica de libertad que Foucault llamaba 'agonismo':

Agonismo, per Foucault, è la forma che prende "la relazione tra il potere e il rifiuto della libertà a sottomervisi", un conflitto che non può essere sciolto, non si risolve dialetticamente e non trova mai punti di equilibrio, proprio perché al cuore della libertà non c'è un'astrazione metafisica o un'essenza, ma solo un comportamento intransigente che, di fronte a sollecitazioni concrete, rilancia continuamente la sua sfida facendo leva sulla "resistenza della volontà"...più che di un affrontamento faccia a faccia che paralizza entrambe le parti, si dovrebbe parlare di una provocazione permanente (Catucci, 2000, p.88).

A los sueños engañosos de la libertad eterna de la ilustración, el ilegal opone la realidad efectiva de una libertad que dura una noche. La libertad es una práctica que se ejerce en el mundo contingente dominado por el Estado-Mercado y no en el paraíso trascendente de las constituciones o de los libros de filosofía. Es aquí en el espacio-tiempo donde vivo que quiero ser libre.

El rave ilegal no quiere crear ninguna comunidad, tribu o moda permanentes en oposición a las que ya existen. No pide fidelidad, producción de identidades (ni siquiera múltiples o posmodernas), sentido de pertenencia a un grupo o a una élite. El ilegal es un espacio colectivo donde la colectividad no tiene que ser vivida como una imposición. En el ilegal la colectividad tiene una función destructiva y solo posteriormente creativa. Es necesaria para limpiar un lugar de todos los discursos, las imposiciones, los valores que el Estado-Mercado había previamente construido. Una vez hecha la tabula rasa, una vez alcanzada la neutralización y el vacío cada uno individualmente debe poder construir su espacio y su tiempo. Si esta construcción llega a coincidir con la de los demás, mejor, si no, no importa. En un illegal rave la formación de una comunidad es una maravillosa posibilidad no una obligación…y tiene que desaparecer rápidamente…justo antes de que empiece a vomitar leyes, reglas, valores, ideologías, modas, Dj, jerarquías, guardias de seguridad, entradas, carnets de socio, camisetas, mitologías, etc.

Bibliografía
BEY H., T.A.Z. Zone temporaneamente autonome, Shake Edizioni Underground, Milano 1993.
BEY H., Via radio. Saggi sull'immediatismo, Shake Edizioni Underground, Milano 1995.
CATUCCI S., Foucault, Feltrinelli, Milano 2000
CANEVACCI M., Culture eXtreme, Meltemi, Roma 2000.
FONTAINE A., FONTANA C., Raver, Sensibili alle foglie, Roma 1996.
FOUCAULT M., L'etica della cura di sé come pratica della libertà (1984), in Archivio Foucault 3, a cura di A. Pandolfi, Feltrinelli, Milano 1988.
FOUCAULT M., Illuminismo e critica (1978), a cura di P. Napoli, Donzelli, Roma 1997.
LAPASSADE G., Stati modificati e transe, Sensibili alle foglie, Roma 1993.
NATELLA A., TINARI S. (a cura di), Rave off. Scintille di pubblico disordine: il movimento dei party illegali fuori dalle discoteche, tra contagio sociale e repressione, Castelvecchi, Roma 1996.
THORNTON S., Dai club ai rave, Feltrinelli, Milano 1997.

 

Emiliano Ilardi: nacido en Roma en 1972. Licenciado en Letras en la Universidad de Roma 'La Sapienza' con una tesis sobre 'Metropolis y literatura'. Doctorando en 'Teoría de la literatura y literatura comparada' en la 'Universidad Autonoma de Barcelona'. Colabora con la catedra de Letteratura e Comunicazione en la facultad de Sociología de la Universidad de Urbino.