El mejor camino hacia la indigencia    
Silvia Grijalba Sep. 2003 profesionalización música electrónica, grijalba

Ahora mismo, hacer música electrónica en España puede ser una garantía de éxito, una profesión con futuro que todos los padres conservadores (los mismos que hace veinte años les hubieran dicho que estudiaran para notario) recomendarían a sus hijos. Pero también puede convertirse en un billete sin retorno hacia la vida en el underground y la indigencia si uno pretende ganarse la vida con ello.

En la música electrónica española no hay actualmente posiciones intermedias como ocurre en otros países con grupos como Portishead, Air o Death in Vegas. Aquí uno, o es “pastis” y “buenrri”, llena megaestadios de fútbol y hace bailar sin parar a 30.000 bakalaeros o se pasa la vida tocando (con un poco de suerte) por 300 euros un par de veces al año en los clubs más chic de la ciudad o en alguno de esos presuntos festivales de “música avanzada” en los que, los que cobran los cachés fuertes, son los músicos que vienen de fuera. A los nacionales, o se les plantea que deberían dar gracias a los dioses del Logic por tener la suerte de poder tocar en ese festival de prestigio o, siguiendo las normas de la discriminación negativa y tan típica en España, cobran la tercera parte que el disc jockey o músico de electrónica extranjero que, en muchos casos, en su país no es ni la mitad de conocido que ese músico nacional que tiene que conformarse con las migajas (o negarse a tocar, claro).

En cualquier caso, dentro de la música electrónica más generalista hay que advertir que los que cortan el “bakalao” (je) son los disc jockeys, algunos grupos de big beat como Cultura Probase (que ya tenían un éxito enorme en Andalucía antes de publicar disco y ahora están cerca del disco de oro) o los músicos tipo Chambao o Digitano que se dedican a hacer esa música que, en los anuncios de la tele, se empeñan en definir como “chill out” y que no tiene nada que ver con ese estilo dado que, realmente, lo que hacen es new age empalagosa para yuppies de gustos horteras que, de esa forma, rememoran en su casa aquellos instantes ibicencos en los que se creyeron hippies por tres días.

Dentro de ese estilo hay casos como los de Nacho Sotomayor (conocido por sus discos de La Roca), Intro, Silvania, Fred Tassy o Justo Bagüeste, que llevan dominando este estilo desde hace varios años sin un éxito masivo ya que está claro que el aire experimental que requiere este género no es fácil de asimilar por el gran público.

El mundo de la superestrellas de la música electrónica, de esos “pastis” y “buenrri” (Pilluli, Muerto o Walli), merecería un capítulo aparte dedicado a ese estilo endémico de nuestro país que es el bakalao, aunque ahora le llamen “progressive” y cosas mucho más finas. Pero después de estos disc jockeys que dedican su esfuerzo y su técnica (todo hay que decirlo, magnífica, mucho mejor que la de algunos disc jockeys más cool, aunque ahí ya entra la cuestión de si es más importante el virtuosismo vacío o las ideas peor elaboradas…) a la música más comercial, hay otra serie de disc jockeys números uno que, en la mayoría de los casos, también han terminado creando sus propios temas. El gran mito de esta escudería de djs “cabeza de cartel” es Oscar Mulero, un artista que tiene todos los requisitos para convertirse en una estrella (es decir, además de una indudable capacidad artística, dominio escénico y físico perfecto para convertirse en estrella electrónica, a medio camino entre Johnny Deep y Keanu Reeves) y que puede considerarse el top (desde hace varios años), junto Angel Molina, de la escena electrónica menos experimental. Monica de La Real, Yke y Elesbaan son otros de los djs imprescindibles para componer un cartel que atraiga a un buen puñado de público.

En cualquier caso, el big beat, y cualquier combinación de la electrónica con otros estilos, es lo que más seguidores tiene en nuestro país: desde los mencionados Cultura Probase a Telephunken pasando por intentos de trip hop como el de Najwa Nimri (previamente unida a Carlos Jean, al que algunos consideran el gran gurú de la electrónica española aunque realmente es un productor efectista que maneja bien el ordenador) y Supercinexcene, Fangoria o todas las ondas electroclash (tipo Ciëlo o L Kan, que son los más destacables) que, poco a poco, van surgiendo en un país que ha recibido tarde este estilo, sin duda, por otro lado, el más revitalizante que ha vivido el panorama electrónico español en años.

Y es que en España, la cuna del balearic beat, del bakalao y tantos estilos que después se han popularizado fuera de nuestras fronteras, hay una especie de reticencia a respetar a los artistas españoles. El propio José Padilla, el artífice de los (dudosos y bastante empalagosos) recopilatorios de “Café del Mar”, ese hombre al que pagan millones por ambientar las fiestas más chic de todo el universo, vendió alrededor de dos o tres copias de su propio disco (el que compuso él mismo) en España. El propio Chimo Bayo, que llegó a los números uno de las listas de Japón y nos dejó esa pieza fundamental del choni techno que rezaba “ésta sí, ésta no, ésta me gusta me la como yo”, no se ha comido una rosca en España. E, incluso, los Rebeldes sin Pausa (que, como grupo, parecía que iban a llegar lejísimos en los años 80) se han quedado en disc jockeys de cierto prestigio (Pedro del Moral) y/o productores, aunque, como músicos… nada.

Una pregunta que pocos se hacen, y que es bastante evidente, es: ¿por qué, excepto en el caso de José Padilla, el 100% de los DJs que ambientan Ibiza en verano son extranjeros? ¿Es que no tenemos aquí buenos disc jockeys? ¿Es culpa de los propios empresarios españoles? ¿Será que los guiris quieren ver en su lugar de vacaciones lo mismo que en su país? ¿Seguimos teniendo la lacra landista de que todo lo extranjero (no sólo los cuerpos de las suecas) es mejor? Reflexionemos unos segundos sobre el tema y, mientras tanto, una vez abordado el asunto de la electrónica más comercial, pasemos a bucear en el underground donde, de verdad, se mueven las últimas tendencias de la electrónica hispana. Que no sólo de house (donde, excepto Tony Rox, tengo que reconocer que no he visto a ningún disc jockey que merezca ser mencionado) y de bakalao vive el technokid.

Pues bien: en teoría, teniendo en cuenta la cantidad de festivales de electrónica y de macro raves que hay en España (especialmente en verano), los músicos de este estilo deberían poder vivir dignamente de esto. Pero no. Por una parte, por ese asunto explicado anteriormente de los cachés de los grupos nacionales; y, por otro, porque en el underground (y si hablamos de electrónica más aún), el amiguismo y los grupitos son una norma. Si uno atiende a la programación de determinados festivales o encuentros de música avanzada, de vanguardia, experimental o como se le quiera llamar no hay más que observar quién toca para saber quién es el programador. Queda muy bonito apoyar a los amigos, pero hay ocasiones en las que el amiguismo interfiere en la calidad del encuentro/rave/festival y nos encontramos con casos en los que un mismo artista actúa en una ciudad cuatro veces en el plazo de tres meses (¡con la cantidad de músicos avanzados, experimentales y de vanguardia magníficos que están deseando tocar!). ¿La culpa? Pues, en gran medida, de las grandes instituciones (oficiales o no) que financian estos eventos de vanguardia, cuyos gestores no tienen la menor idea de a quién están contratando ni saben si hace tres o cuatro meses algunos de esos artistas (extranjeros, de los que cuesta un pastón traer) han tocado en algún club de la misma ciudad o en algún festival que, se supone, es la competencia. En muchas ocasiones, el hecho de jugar con artistas poco conocidos tiene sus ventajas: a nadie se le ocurriría traer dos veces en tres meses a Radiohead a Madrid y, en cambio, con algún tipo alemán poco conocido puede ocurrir.

En cualquier caso, los grupos siguen sobreviviendo, y algunos con un potencial indudable. De entre los artistas emergentes que darán que hablar podría destacarse a Coeval, Groove, Games Adicction o Proyecto Mirage (con más éxito en Alemania que aquí). Herederos, estos últimos, de artistas como Esplendor Geométrico (aún en activo, con disco recién publicado y con grupo paralelo creado por Saverio Evangelista bajo el nombre de Most Significant Beat) o, en el caso de Games Adicction, del espíritu de Víctor Nubla (de hecho ha estado haciendo “prácticas” como becario del festival LEM de Barcelona que él organiza), componen un nuevo panorama que sigue teniendo el espíritu independiente y underground de los pioneros de este género en España, bandas como Clónicos (Markus Breuss y Bagüeste siguen activo), Comando Bruno, Mecánica Popular, Diseño Corbussier, el más joven Big Toxic (remezclador oficial y ahora metido también vídeo jockey) o los mismos Aviador Dro, que siguen lanzando sus proclamas mutantes y mantienen actividad imparable. Todos ellos graban para discográficas independientes que tienen una red de distribución propia (en el caso de la discográfica Geometrik gracias a la venta por correo) y muy específica. Steroskope-Maldoror (centrada en la mezcla entre lo electrónico y lo gótico), Satélite K o Foehn (más cercana al post rock) son algunas de las discográficas que se centran en ese tipo de sonido, mientras que Blanco y Negro y Vale Music se encargan de los recopilatorios más horteras y de los remixes del chunda chunda.

Publicado originalmente en la revista Todas las Novedades de Mes. Número especial "La música electrónica española", septiembre 2003
Reproducido en Resonancias por cortesia de la autora y Todas las Novedades

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