"Mind is a terrible thing to taste"
(la mente es algo terrible de saborear).
Esta frase, título de un disco de Ministry, resume en cierto modo
el propósito de este artículo: ¿porqué la música (en nuestro caso
electrónica) y el cerebro han estado tantas veces unidos?.
A lo largo de la historia de los grupos electrónicos
nos encontramos con ejemplos que relacionan estos dos componentes
de las más variadas formas. La música como vehículo relajante, irritante,
placentero, doloroso, irascible, inquietante y tantos otros.
Antes de entrar en los ejemplos lo que sí diremos
es que existe ciertamente una relación "real" entre la
música y el cerebro, o mejor dicho entre las frecuencias que percibimos
y cómo las interpreta nuestra mente.
Los estudiosos del tema nos dicen que el oído
humano es capaz de percibir las frecuencias que caen dentro del
rango 20 hercios - 20 kilohercios (1 Hercio = 1 ciclo/segundo).
Pero esto es una afirmación teórica, los que estéis leyendo este
artículo empezaréis a percibir "sonido" a partir de unos
35 o 40 hercios y dejaréis de oír un agudísimo tono al pasar de
unos 18 Kilohercios.
Pero no os preocupéis, la música que escuchamos
está toda (¿toda..?) dentro del rango audible.
¿Que porqué hemos puesto "toda" entre
interrogantes?, bueno porque uno de los caminos entre la música
y el cerebro comienza aquí. ¿Qué pasa cuando el sonido está por
encima o por debajo de la banda audible?.
Pregunta difícil donde las haya. Primero hay
que conseguir reproducir esas frecuencias, con un sistema basado
en membranas (los altavoces al fin y al cabo son membranas) no se
puede llegar muy por encima de los 20 Kilohercios, a partir de aquí
el único método para reproducir frecuencias tan altas es mediante
tubos. ¿Has visto alguna vez uno de esos silbatos para llamar a
los perros que los humanos no escuchamos pero ellos sí?, pues emiten
una frecuencia tan alta que nosotros ni siquiera percibimos, pero
los perros tienen un oído mucho más fino (extenso) que sus amos.
Llega el primer ejemplo: los chicos malos de
Throbbing Gristle (delicioso nombre para un grupo, Throbbing Gristle
= Cartílago Palpitante) en alguno de sus últimos conciertos castigaban
al público presente con frecuencias altísimas reproducidas mediante
cañones, que provocaban vértigos e incluso vómitos (de Vómito Negro
hablaremos más adelante).
Por debajo de los 20 Hercios el
panorama es más aburrido, únicamente se pueden percibir vibraciones
corporales que sólo producen dolores de cabeza.
Esto en cuanto a la percepción
física, ahora entramos de lleno en un mundo tan excitante como subjetivo:
¿cómo afecta a tu cerebro determinado tipo de música?. Esta pregunta
es más fácil ya que hay tantas respuestas como oyentes.
Uno de los grupos subterráneos
en el mundo de la investigación sonora es Clock DVA. Más concretamente
su líder, Adi Newton, ha producido un extenso trabajo de investigación
bajo el nombre de Antigroup. En uno de sus trabajos (TAGG Meonthological
research) experimenta con tonos rozando el límite audible, ritmos
a base de frecuencias concretas que se aceleran, retardan...¿se
pueden controlar los latidos del corazón con ritmos determinados?.
Recientemente Adi Newton ha publicado "Audiophile", un
compacto recopilatorio de sus trabajos desde 1985 hasta 1990.
En algunos discos de grupos como
Chris&Cosey podemos leer una reseña del tipo "contains
subliminals", esos detalles sonoros que nosotros creemos no
percibir pero nuestro cerebro los archiva y los digiere.
Es realmente difícil conseguir
un propósito concreto dentro de la psicoacústica. Primero porque
no todos los cerebros (afortunadamente) son iguales, y segundo porque
hay que conocer profundamente el efecto de determinadas frecuencias
y la combinación entre ellas. Sin llegar a utilizar frecuencias
poco usuales, muchos grupos han utilizado pasajes sonoros o vocales
con intenciones claras y concretas: en el tema Kambuja de SPK, la
voz de Shinan Hayes relata el exterminio de los soldados americanos
en la guerra del Vietnam mientras de fondo se escucha una música
tribal que ambienta perfectamente la sensación de la selva coreana.
Un ejemplo más cercano: Kraftwerk
en el tema Trans Europe Express emulan el efecto Doppler que se
produce cuando un tren toca el silbato al llegar a una estación
y nosotros desde un punto fijo nos parece como el tono va bajando,
cuando en realidad es siempre el mismo.
El líder y fundador de Throbbing
Gristle , Genesis P. Orridge, comentaba que uno de los propósitos
en directo era confundir y colapsar el cerebro de la audiencia a
base de muestras repetitivas de momentos muy cortos como orgasmos,
muertes y sucesos que la mente humana no está acostumbrada a relacionar
de una forma repetitiva.
En este sentido hay que reconocer
la labor pionera de grupos como Cabaret Voltaire, que comenzaron
a recopilar muestras de todo aquello que se apartaba de la construcción
"ortodoxa" de la música. Ellos fueron los primeros en
capturar los discursos de los predicadores, de los presentadores
de televisión, de locuciones de las películas más impactantes. Todo
ello mezclado sabiamente en un cóctel del que han bebido MUCHOS
de los que se han autoproclamado los nuevos profetas de la Tierra...
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