La radio en España. Radiotelegrafía (2)

diciembre 7, 2024 on 5:47 pm | In colección, hist. telecomunicaciones | Comentarios desactivados en La radio en España. Radiotelegrafía (2)

Adolfo García Yagüe | La radiotelegrafía, como aplicación directa de la radio, fue una revolución en la que varias naciones -incluida la nuestra- tomaron posiciones ante la carrera tecnológica que se avecinaba. En España, tras las experiencias de 1901 del comandante Julio Cervera Baviera (1854-1927), soñábamos con alcanzar el liderazgo gracias a las patentes que nuestro héroe había desarrollado, incluso, se decía, que una de sus líneas de investigación tenía ver con la radiotelefonía, situándonos -supuestamente- muy por delante de Marconi y el resto. Consciente de este desafío, en marzo de 1902 Cervera constituyó la Sociedad Anónima Española de Telegrafía y Telefonía sin Hilos con la intención de industrializar y explotar sus inventos, además contaba con el apoyo del Ministerio de la Guerra que aspiraba a volver a tutear a cualquier potencia. ¿Qué podía salir mal?

Para intentar entender -o especular- sobre lo que aconteció, recomiendo leer el prólogo que escribió en 1904 el propio Cervera para la edición española de Ondas hertzianas y telégrafo sin hilos de Oreste Murani (1853-1937). En aquel año Cervera ya se encuentra desvinculado de la radiotelegrafía y, como él mismo cita al comienzo de este texto, al recordar el pasado “acuden a su mente amarguras y pesimismos”. Como el lector podrá comprobar en estas líneas, Cervera admite que ha sufrido “trastornos mentales” debido a su trabajo, y que sus recuerdos están “esfumados y confusos” a pesar de que apenas han transcurrido tres años desde sus éxitos iniciales.

Tras conocer las conclusiones a las que han llegado investigadores como Jesús Sánchez Miñana y Ángel Faus Belau, es complejo responder con certeza a la cuestión anterior al existir importantes discrepancias entre ambos, en particular al resultado de la conexión radiotelegráfica que Cervera tenía previsto realizar entre Jávea e Ibiza y que, sospecho, está en la raíz del infortunio. En contra de lo que afirma Ángel Faus, todo apunta a que la mencionada conexión no funcionó como se esperaba, por lo que no extraña que la crisis sufrida por Cervera tuviera su origen en la elevada presión a la que estuvo expuesto para que sus resultados fueran satisfactorios. Tampoco sorprende que, en el centro de aquella adversidad, afloraran rencillas, reproches y críticas de sus compañeros y superiores. Por estas razones, y sin abandonar el carácter especulativo de estas líneas, parece verosímil pensar que lo que iba a ser un hito de la inventiva española desembocó en una pérdida de confianza hacia la figura y el trabajo de Cervera. En este orden de cosas, tampoco debemos pasar por alto la ingenuidad del gobierno español al pretender contrarrestar la capacidad de compañías extranjeras, como Telefunken o Marconi Wireless, con el único talento de Julio Cervera junto a unos pocos colaboradores dotados, todos ellos, de exiguos recursos materiales y económicos.

Sin lugar a duda nuestro apreciado comandante contaba con una gran clarividencia y tenía los conocimientos técnicos necesarios, pero, lamentablemente, no estaba un paso por delante de contemporáneos como Lodge, Popov, Marconi, Poulsen, Slavy o Fessenden. Hago esta apreciación porque así lo da a entender Ángel Faus en la sinopsis de su libro La radio en España (1896-1977) cuando afirma que “el inventor de la radio fue el español Julio Cervera Baviera y no Marconi, tal como se creía hasta ahora”. En esa línea, también considero exagerada la aseveración recogida en el mismo volumen cuando se dice que Cervera “es el pionero de la radiotelefonía con trabajos teóricos y prácticas experimentadas con anterioridad a las de Marconi y a las de todos los científicos de su momento”. Esta afirmación tampoco es cierta y debe ser contrastada visitando otro libro publicado en 1900 por el capitán Isidro Calvo Juana (1861-1928), en cuyo título ya se incluye la frase “Telefonía eléctricas sin hilos conductores” dedicando varias páginas a describir algunos sistemas experimentales para trasmisión de voz sin hilos como el fotófono de Alexander Graham Bell (1849-1922) y basado en la célula de selenio; el propuesto por el ingeniero de caminos español Manuel Maluquer Salvador (1866-1924) que emplea rayos ultravioletas y se aprovecha el efecto fotoeléctrico, descrito años antes por Heinrich Hertz y cuya descripción teórica le valió el Nobel a Albert Einstein en 1921; y el de Carlos Reichelt, que se basa en la modulación de un arco voltaico y nos recuerda al mítico Arco de Poulsen inventado en 1903 por Valdemar Poulsen (1869-1942) y que sería, realmente, uno de los primeros generadores de ondas continuas de frecuencia fija que posibilitaron la trasmisión de la voz por radio.

Red militar
Sin duda, el abandono de la opción Cervera fue un golpe de realidad a las aspiraciones españolas, pero, a pesar de ello, el Ejercito no albergaba dudas de la importancia que tenía contar con una red de radiotelegrafía propia. Con este fin, entre 1903 y 1905, se tomarán una serie de decisiones que marcarán el devenir de los siguientes años, como el compromiso del Estado español con las iniciativas internacionales para reglamentar y unificar las comunicaciones por radio y la creación, dentro del Ejercito, del Centro Electrotécnico y de Comunicaciones en quien se delegó la construcción y puesta en marcha de una Red Radiotelegráfica Militar Permanente con equipos de la firma Telefunken.

Como hemos dicho, durante la primera quincena de agosto de 1903, España, a través de sus delegados Isidro Calvo Juana y Antonio Peláez Campomanes, en representación del Ministerio de la Guerra y Mateo García de los Reyes por parte del Ministerio de Marina, participarán en la Convención que tuvo lugar en Berlín para la preparación la Primera Conferencia Radiotelegráfica Internacional, cuya realización estaba prevista en 1906 en la misma ciudad. En aquella Convención de 1903, además de sentar las bases para reglamentar los detalles técnicos de la comunicación radio, como la asignación de frecuencias e indicativos para cada estación, tuvo especial importancia llegar a un compromiso entre naciones para frenar las prácticas monopolísticas que venía realizando la Marconi Wireless, como, por ejemplo, aquella que impedía a sus telegrafistas comunicarse y atender un mensaje de otras estaciones cuyos equipos no fuesen Marconi. Evidentemente, a excepción de Reino Unido e Italia, cuya relación con la Marconi Wireless era claramente ventajosa, el resto de los países participantes llegaron al acuerdo y establecieron la obligatoriedad de atender cualquier mensaje, en especial los de socorro, sin importar el equipo radiotelegráfico y estación que lo emitiese y recibiera. En este sentido, en la Conferencia de 1906, quedo establecido el uso de la señal de socorro SOS.

Fruto del exquisito trato que recibieron nuestros representantes en Berlín, el recelo que suscitaba la Marconi Wireless o la admiración que sentían algunos militares por el Ejercito Prusiano, a partir del verano de 1904 se empiezan a probar las prestaciones del modelo 1904, transportable en carro, de la firma Telefunken para, posteriormente, seleccionar a esta compañía frente a otras opciones como las de Marconi o las francesas Rochefort y Ducretet. Pero sin duda, el hecho más trascendente de aquel año es la creación en el mes de noviembre del Centro Electrotécnico y de Comunicaciones.

En efecto, ante los importantes desafíos que tenía que encarar nuestro país para ponerse al nivel de otras potencias y atender las acuciantes necesidades que llegaban desde el norte de África, se reunió en un único Cuerpo el conocimiento tecnológico que, hasta el momento, estaba disperso en otras unidades integrando en él, además, a las tropas de la Compañía de Telégrafos de la Red de Madrid y a la Escuela Central de Telegrafía junto a la unidad de Estudios y Experiencias. Uno de los primeros cometidos del Centro Electrotécnico y de Comunicaciones fue organizar el primer curso de radiotelegrafía para reglamentar y unificar la capacitación técnica del personal de otros Cuerpos. En paralelo, el Centro Electrotécnico, establecerá los criterios técnicos que se seguirán en la construcción y puesta en marcha de varias estaciones de radiotelegrafía en la península y África, como la construida en Chamartín de la Rosa en 1905 (Madrid) y empleada en los ensayos que se venían realizando.

Tras la publicación en enero de 1908 en la Gaceta de Madrid (antiguo BOE) de la regulación aplicable al servicio radiotelegráfico, comienza la puesta en servicio de esas primeras estaciones para uso militar. De ellas, la más imponente y representativa será la que se inauguró en julio de 1908 en la Alcazaba de Almería que, como sabéis, fue levantada en tiempos de Abderramán I y Almanzor. Esta estación, cuyo alcance era de 300Km en las longitudes de onda de 300, 600, 900 y 1200 metros, garantizaba la comunicación con Melilla y Ceuta, además, en condiciones óptimas de propagación radio, podría llegar hasta los 500Km y alcanzar la posición de El Harcha y las ciudades de Fez, Alcazarquivir y Larache.

En este repaso, tampoco podemos olvidar la puesta en servicio, en abril de 1911, de la Estación Central de Carabanchel cuya inauguración fue un acontecimiento que mereció la presencia de S.M. El Rey Alfonso XIII. Con un alcance garantizado de 2000Km en 600, 900, 1600, 2000 y 2500 metros cubría la comunicación con las Islas Canarias, todo el norte de África y nos acercaba, sin dificultad, a las principales capitales europeas y, en condiciones óptimas, nos dejaba cerca de Moscú y San Petersburgo. Aquel mismo año también entrarían en servicio otras estaciones importantes como la Barcelona-Montjuic (1000Km en 600, 1000 y 1500m), Ceuta (750Km en 600, 1200 y 1500m), Larache (500Km en 600, 900 y 1200m) y Bilbao y Valencia en 1913, Tetuán en 1914, así hasta un total de 29.

Red civil
Tras la regulación comentada anteriormente, y como consecuencia de las dificultades económicas del momento, el Estado sacó a subasta pública la creación y explotación de la red civil. El adjudicatario se comprometía a financiar la construcción de esta red radiotelegráfica por un total de 2,3 millones de pesetas, y a pagar al Estado 150.000 pesetas anuales en concepto de canon por la prestación del servicio. A cambio, el Estado acordaba hacer pagos anuales hasta amortizar la deuda y, durante este tiempo, ofrecía al ganador disfrutar del beneficio económico derivado de la citada prestación del servicio. Tras el periodo de amortización, estimado entre 20 y 30 años, la red pasaría a ser propiedad del Estado.

Entre los requerimientos publicados se indicó que la red se compondría de un total de 24 estaciones radiotelegráficas costeras y su propósito sería atender las comunicaciones marítimas. Esta red estaría formada por 2 estaciones de primera clase, en Cádiz y Tenerife, cuyo alcance mínimo será de 1600Km en las longitudes de onda de 300, 600 y 1600 metros; 5 de segunda clase (400Km en 300 y 600 metros) en Finisterre, Tarifa, Cabo de Gata, La Nao y Menorca; 17 de tercera clase (200Km y 300m) en Barcelona, Mallorca, Málaga, cabo de Creus o de Bagur, Peñas, Estaca de Bares, islas Cíes, cabo de Palos, Vinaroz o Los Alfaques, cabo Machichaco, Mayor o Quejo, Lanzarote, Fuerteventura, Gran Canaria, Gomera, Palma y Hierro.

Aquella fórmula no fue del agrado del Cuerpo de Telégrafos porque suponía una intromisión en sus competencias y, además, estas estaciones costeras eran percibidas como una amenaza que se integraba en la (su) red telegráfica fija. Tampoco fascino a las empresas candidatas que entendieron que aquella subasta estaba muy limitada económicamente (los 2,3 millones) y que sería imposible cumplir con lo pactado. Finalmente, la concesión fue adjudicada a la única empresa que se presentó, Oerlikon, una compañía que ya operaba en España y formaba parte de la sociedad suiza del mismo nombre dedicada a maquinaria eléctrica. Para salvar el obstáculo donde se solicitaba que la empresa concesionaria fuese española, se constituyó la Compañía Concesionaria del Servicio Público Español de Telegrafía sin Hilos.

En aquella Compañía Concesionaria también participaba en calidad de socio tecnológico la Compagnie Française de Télégraphie sans Fil et d’Applications Électriques. Uno de los primeros pasos de esta empresa se sitúa en 1902 en su intento de introducirse en España a través de la Sociedad Anónima Española de Telegrafía y Telefonía sin Hilos de Julio Cervera Baviera. A pesar de su supuesta pericia técnica no fueron capaces de poner en marcha ninguna estación y, hacia el otoño de 1910 y tras varias moratorias, la empresa sería absorbida por la Marconi Wireless a quién se traspasaron sus obligaciones y derechos en una nueva sociedad creada en diciembre de 1910: la Compañía Nacional de Telegrafía sin Hilos.

Marconi’s Wireless Telegraph Company
Desde su fundación la Marconi Wireless entendía la radiotelegrafía como un servicio “llave en mano” que arrancaba con la construcción de las estaciones y el suministro de los equipos radio, e incluía la formación y asignación de los operadores radiotelegrafistas. Este es el modelo que se adoptó en la Compañía Nacional permitiendo al Estado español, o a navieras como la Trasatlántica, desentenderse de los entresijos del servicio, pero a la vez, fortalecía la posición monopolística de la Marconi Wireless al tener el control de cada estación radiotelegráfica. Un ejemplo de este estatus implicaba que el radiotelegrafista de un crucero, en su “sala Marconi”, atendía y cobraba a los pasajeros por el servicio de envío y recepción de “marconigramas” personales. Otra tarea peculiar de estos radiotelegrafistas tenía que ver con la recepción de las noticias que se producían en el continente para publicarlas, al día siguiente, en un diario impreso que se podía adquirir en el propio buque. En resumen, para la Marconi Wireless la radiotelegrafía se había convertido en una tecnología alrededor de la cual incrementar sus ganancias con servicios de todo tipo, no existiendo una clara diferencia entre las comunicaciones de apoyo a la navegación del resto de atribuciones.

Paradójicamente, la Marconi Wireless fue una de las empresas que rehusó presentarse a la subasta de las estaciones costeras planificadas por España. Incluso, fue el propio Guillermo Marconi quién estimó que su coste rondaba los 7 millones de pesetas, muy por encima de los 2,3 millones presupuestados. ¿Qué había cambiado para sacar del aprieto al Estado español? Fácil. Atrapados en la desesperación, el Gobierno dio carta blanca a la Marconi Wireless para repensar el proyecto y plantearlo de tal forma que este fuera rentable y técnicamente viable. A fin de cuentas, esta era la compañía de mundo que más sabía de radiotelegrafía y de la prestación de este servicio.

Resumidamente, nuestra Compañía Nacional de Telégrafos sin Hilos dedicó el año 1911 a poner a punto un primer grupo de estaciones: Barcelona-El Prat, Cádiz, Tenerife y Las Palmas. Al año siguiente entrarían en servicio Vigo, Sóller y una nueva estación central de gran potencia que no estaba en los planes originales: Madrid-Aranjuez. La idea era que esta estación hiciese de punto central de las costeras para el intercambio de mensajes entre ellas y, además, permitiese el enlace con Gran Bretaña. Evidentemente, sobre el papel no se cumplía con lo acordado ya que el Gobierno solicitaba 24 estaciones, pero, en cambio, aquella disposición parecía ser más eficiente y barata (Visita a la estación y malestar en el Cuerpo de Telégrafos en 1921).

En diciembre de 1911, la recién inaugurada estación costera de Cádiz, demostró una eficacia ejemplar al cooperar en el salvamento de las casi 200 personas a bordo de vapor SS Delhi cuando este naufragó al norte de Marruecos, en cambio, el trágico incidente del RMS Titanic de la naviera White Star Line en la noche del 14 al 15 de abril de 1912, evidenció errores como que los radiotelegrafistas de la Marconi Wireless, Phillips y Bride, al estar ocupados cursando los mensajes del pasaje, no escucharan los mensajes de los mercantes SS Mesaba y SS Californian alertándoles de la existencia de bloques de hielo en la ruta que seguían. Además, al ser personal externo, aquellos operadores no estaban integrados con claridad en la cadena de mando del buque y carecían de unos protocolos claros para mantener constantemente informadas a una o más estaciones costeras, al Capitán Edward John Smith (1850-1912), ni el proceder ante semejante situación, como el uso del mensaje de socorro SOS frente al código CQD… A pesar de todo, gracias al heroico operador John George Phillips (1887-1912) se logró salvar más de 700 de vidas.

Volviendo a la red radiotelegráfica de la Compañía Nacional de Telegrafía sin Hilos, las sospechas del Cuerpo de Telégrafos se cumplieron, y aquella arquitectura radial permitía prescindir de ellos y facilitaba a la Compañía Nacional competir libremente como un operador de telegrafía autónomo. En este sentido, en julio de 1912, la citada Compañía Nacional de Telégrafos sin Hilos consiguió del Gobierno una autorización para poder abrir en las ciudades oficinas de atención al público para el envío y recepción de telegramas. El propio Guillermo Marconi se implicó personalmente y, en su visita a Madrid en mayo de 1912 deslumbró al Rey, al Gobierno y todas sus élites y, en general, a toda la sociedad española que ensalzaba su figura como el inventor de la radio, y la persona que había salvado a cientos de personas tras el naufragio del Titanic…

Conferencia Internacional de Radiotelegrafía de 1912
Durante los meses de junio y julio de 1912 tuvo lugar en Londres la Segunda Conferencia Internacional de Radiotelegrafía. Esta Conferencia estuvo marcada por el desastre del Titanic y puso el acento en la seguridad marítima y en los protocolos que se debían seguir en cada estación radiotelegráfica. Entre los acuerdos ratificados destaca la obligación de establecer turnos de guardia en buques y estaciones radiotelegráficas para asegurar la vigilancia constante. Además, se fijó la longitud de onda de 600 metros como canal preferente para realizar llamadas de emergencia y de socorro, y que estas estuvieran precedidas del mensaje de socorro SOS para tener prioridad absoluta frente a otras comunicaciones. También quedaba universalizada la neutralidad de la red radiotelegráfica y la interoperabilidad entre equipos, estando obligadas todas las estaciones a atender cualquier mensaje de socorro sin importar el operador, su sistema y fabricante.

Otro compromiso alcanzado en Londes fue la regulación de la capacitación de los radiotelegrafistas, y que ésta estuviera bajo el control de cada uno de los estados firmantes a través del establecimiento de Escuelas Oficiales. En el caso español, para cumplir con esta obligación, recayó en el Cuerpo de Telégrafos la responsabilidad de poner en marcha la Escuela General de Telegrafía en junio de 1913. A partir de este momento, para que cualquier telegrafista pudiera ejercer en una red civil, tenía que cursar estudios en ella trucando levemente las ambiciones monopolísticas de la Marconi Wireless (Malestar del Cuerpo de Telégrafos en 1920).

En sus inicios, el plan de formación de esta Escuela General de Telegrafía constaba de tres módulos, en el primero de ellos se cubrían los conocimientos elementales de telefonía, telegrafía y de radiotelegrafía. Tras este curso se podía optar al siguiente módulo para ingresar en el Cuerpo de Telégrafos. Si se superaba esta formación, es decir, si el candidato ya era Oficial de Telégrafos, podía acceder al último módulo de Estudios Superiores para la obtención del título de Ingeniero. En la colección podéis consultar parte de la cartilla que seguían los estudiantes de la Escuela General de Telegrafía. De ella he recogido los esquemas dedicados al estudio de los fundamentos de telefonía, sistema Siemens, Western Electric, Kellogg y Ericsson, el sistema telegráfico Hughes dúplex Santano, telegrafía submarina, estación radiotelegráfica Telefunken, Marconi, sintonizador Marconi, aparato múltiple Baudot y manipulador Baudot de Mierich-Siemens. [Continuará].

Colección | Telégrafo y Telecomunicación | Marconi y el Día Internacional de la Radio | Telegrafía y Telefonía | Construcción de un Telégrafo | La radio en España. Pioneros (1)

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